LA MALDICIÓN DE LOS RECURSOS NATURALES


Es un hecho que el uso, la explotación o la posesión de los recursos naturales, algunos tan necesarios y básicos como el agua, pueden desencadenar guerras. Como declaró el Secretario General de la ONU en 2018, “los estudios demuestran que más del 40% de los conflictos armados de los últimos 60 años, están vinculados con los recursos extraídos del medio”. Sin embargo, ¿por qué se originan estas guerras? ¿No son acaso los recursos energéticos un motivo de valioso intercambio entre las naciones? 

La distribución desigual de los recursos naturales, su mala gestión y la corrupción derivada de ello son los principales factores que conducen a la mayor parte de los conflictos armados. Tal es el caso de las numerosas guerras civiles en África, las cuales vienen causadas por una extracción ilícita o por los cuantiosos beneficios para las compañías internacionales e “intangibles” para los locales, ya que suelen ser organizaciones de países extranjeros las que explotan los yacimientos de dichos países pobres, acaparando los beneficios sin dejar oportunidad a los propios ciudadanos.


Especialmente en los países que tienen instituciones débiles, que son la mayoría de los Estados pobres, se producen con mayor frecuencia dichos altercados. Si ya de por sí, los dirigentes políticos son corruptos, lo son aún más al apropiarse de estos bienes comunes en beneficio propio. 
 
Por ello, la degradación de los recursos naturales y el medio ambiente se suma a los desafíos a los que se enfrentan estas comunidades ya vulnerables, al corto y al largo plazo, por lo que sus progresos en el crecimiento económico se ven aún más lastrados. Además, esto se ve acrecentado por el impacto del cambio climático en todas las regiones, ya que ambos efectos combinados socavan la seguridad alimentaria, la confianza en los gobiernos, la salud y la educación, y la igualdad social. 


No obstante, la explotación de los recursos no es la única causa de dichos conflictos, este factor solo exacerba las tensiones, porque suelen ser conflictos internacionales provocados por causas históricas o ideológicas, que a su vez derivan en una lucha por la posesión de los yacimientos del país rival.
 
Igualmente, las regiones menos responsables de la aceleración del cambio climático, como África, son las más afectadas. En un futuro, la escasez de determinados recursos básicos y la insuficiencia alimentaria en un número creciente de la población van a conducir a más conflictos en la lucha por el control de los mismos, particularmente en los países donde se encuentran estos recursos - “las víctimas de la maldición de las materias primas - ante el interés de los países ricos y las grandes empresas.


Concretamente, se pueden destacar algunos conflictos bélicos actuales motivados por las causas mencionadas, como son los de Sierra Leona o Angola, donde los diamantes extraídos de forma ilegal proporcionaron numerosos ingresos a los rebeldes de UNITA; la guerra de la República Democrática del Congo por el control de la inmensa riqueza de los minerales de la zona; o la lucha eterna entre Israel y Palestina, en la que los israelíes se apropian de los recursos hídricos o de los yacimientos de gas situados en las costas de la Franja de Gaza.
 
En definitiva, los conflictos civiles o entre países y la riqueza de bienes naturales están estrechamente ligados, de tal forma que parece ser que el móvil de las guerras futuras ya no será ideológico, sino que será la posesión de los recursos más preciados y cada vez más escasos. Se convertirán en importantes “monedas de cambio” y los enfrentamientos políticos se reemplazarán por la caótica lucha de materiales esenciales, como el petróleo, los minerales o el agua potable. 

 


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