ENCARECIMIENTO DE LOS ALIMENTOS: LA PRUEBA DEL ALZA CONTINUADA DEL IPC

La escalada de la inflación no da tregua al bolsillo de los españoles. Un estudio de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) ha determinado que al “exorbitante incremento del precio de la electricidad”, se suma una subida de hasta el 21% de los precios de los productos básicos de alimentación. 

Así, reconoce que esta coyuntura podría afectar al encarecimiento del resto de bienes representativos de la cesta de la compra. Para llegar a esta conclusión, la organización ha analizado un total de 23 productos de multitud de categorías: desde carne, frutas y verduras hasta bebidas, lácteos, droguería e higiene en 14 cadenas nacionales.
 
Los responsables del estudio determinan que los productos que más han incrementado su precio en los últimos meses son algunos como la margarina, la pasta o los lácteos, registrando subidas de entre un 8’3% y un 21’2% respecto a junio de 2021. 
 
Todo ello se debe tanto a la subida de la factura de la luz como del combustible, porque la mayoría de productos requieren de mucha energía en sus distintas fases de producción; desde la elaboración hasta la conservación, transporte y distribución.
 
Aunque desde las cadenas de supermercados se insiste en que están intentando frenar en la medida de lo posible el encarecimiento de los costes y no trasladarlo al consumidor, lo cierto es que la inflación empieza a convertirse en un problema bastante grave. El IPC (Índice de Precios al Consumo) registró en octubre en España un incremento anual del 5’5%, el mayor nivel en 29 años, y solo ha hecho subir todavía más hasta los momentos actuales. 
 
Tasas de la inflación por trimestres anuales (1992-2021)

Desde el Banco Central Europeo se había asegurado que el IPC no revisaría mayores subidas, sin embargo y remitiéndonos a las pruebas, el auge de los precios aún no ha tocado techo. 
 
En definitiva, en los últimos meses, la inflación ha aumentado rápidamente, debido a la subida del precio de la energía y a las restricciones de suministro relacionadas con la pandemia. Por ello, la pregunta es: ¿este aumento es temporal o durará lo suficiente como para afianzar la inflación tras un largo periodo de valores mínimos?
 
Mientras este aumento se deba a las “razones del lado de la oferta”, es decir, a la energía y los “cuellos de botella” en las cadenas de suministro mundiales, el BCE puede hacer muy poco. Por el contrario, eso no significa que el consumidor no esté notando el alza de los precios en su cartera. 

De hecho, los gobiernos de la UE han puesto en marcha medidas para proteger a los consumidores de esta subida de la energía, pero en algún momento, los ciudadanos podrían no estar satisfechos con esta ayuda temporal y podrían empezar a exigir, en todo su derecho, salarios más altos. Si esto ocurriera a gran escala, habría una espiral ascendente de cambios en los costes laborales y los precios, una mezcla bastante perjudicial para la inflación.
 
Por el momento, este efecto no se observa en la economía, pero la presión e incertidumbre están latentes. No se descarta que una mayor inflación se prolongue durante más tiempo y, por tanto, se llegue a percibir como “permanente”.
 
El diseño de las políticas por parte del BCE para hacer frente a esta situación es crucial, lo que incluye el seguimiento de las cifras cuidadosamente. Así, se podrá evitar una política en la zona euro basada en experiencias pasadas, y se emprenderán acciones fundamentadas en hechos actuales. 


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