LA CARGA DEL HOMBRE BLANCO: EL FRACASO DE LA AYUDA AL DESARROLLO



La carga del hombre blanco: el fracaso de la ayuda al desarrollo es un ensayo escrito por William Easterly, catedrático de Economía en la Universidad de Nueva York y codirector del prestigioso Instituto de Investigaciones sobre Desarrollo.

En la obra, plantea al lector la difícil situación de la ayuda internacional, junto a una implacable crítica sobre las políticas económicas implantadas por Occidente respecto al Tercer Mundo. Para ello, emplea ideas claras y concisas, poniendo de relieve la flagrante incompetencia de las organizaciones occidentales al erradicar la pobreza que aflige a más de medio mundo. 
 
El eje principal de la obra gira en torno a la diferencia entre planificadores y buscadores, diferenciándose entre ambos porque los primeros son los actuales integrantes de los organismos de ayuda, quienes lo planifican todo “desde arriba”, mientras que los buscadores trabajan sobre el terreno y se interesan por conocer las características de las sociedades pobres, para posibilitarles un mejor nivel de vida.

Relacionado con ello, se presentan las dos grandes tragedias que afligen a más de medio mundo, y que son el azote de la pobreza extrema junto a las ingentes cantidades de dinero destinadas por Occidente para combatirla. Estas siguen sin mostrar los resultados esperados, debido al idealismo de los planificadores, quienes aplican proyectos utópicos a problemas complejos y fracasan en su discurso de erradicar la pobreza global. 
 
Los pobres han logrado mucho más por sí mismos que gracias a organizaciones externas, y esto demuestra la paradoja de la fantasía occidental de moldear a su imagen y semejanza sociedades complejas, con historias diferentes; algo tan utópico que ni siquiera puede planificarse.

Una de las leyendas mencionadas es la del “gran empujón”, la movilización de ayuda lo suficientemente grande para solucionar todos los grandes problemas de los pobres de forma simultánea. Esta implica la ilusión de pensar en Occidente como el salvador del resto del mundo, y pese a las evidencias de su fracaso, ha seguido siendo el principal enfoque de cualquier proyecto. En contraposición, los casos de éxito de países como Botsuana, China y la India, quienes dejaron atrás la pobreza extrema acelerando su crecimiento gradualmente, refutan esta leyenda y demuestran que la “trampa de la pobreza” no es de carácter tecnológico o productivo, sino que viene dada por el sometimiento a gobiernos autoritarios, entre otras causas. 

Una medida parecida es la implantación de sistemas políticos en los países pobres. La mayoría de ellos presentan gobiernos formados por gánsteres, dirigentes corruptos que no protegen los derechos de las minorías y se apropian de la mayor parte de los recursos locales, por lo que tienen vinculación con la corrupción y los bajos niveles de gasto público de estas regiones.
 

Para ello, el siguiente paso era imponer la democracia “desde arriba”, pero esto no funciona, porque este sistema se basa en la retroalimentación de los ciudadanos y la responsabilidad de los políticos para promover la expresión igualitaria de la sociedad, algo que únicamente puede conseguirse mediante la intervención de los propios locales.
 
Además, con esto se observa que los países pobres presentan una relación entre la riqueza de recursos naturales y la autocracia. Las nuevas democracias triunfan en naciones pobres en recursos, mientras que los Estados ricos en petróleo suelen vivir bajo el sometimiento de dictaduras, por lo que es evidente que millones de dólares van a parar a lugares con los peores gánsteres.
 
De ello se deduce que la ayuda solo puede aspirar a atender las necesidades más acuciantes de las personas, y no a transformar los malos gobiernos. Según Easterly, “el dinamismo en el nivel más bajo, unido a reformas puntuales, puede tener un potencial mucho mayor que los planes elaborados a gran escala”. 
 
Siguiendo esta línea argumental, destaca la escasa retroalimentación de los pobres, quienes no tienen dinero o poder político para motivar a los buscadores a satisfacer sus necesidades. Otro gran defecto de la cooperación internacional es la responsabilidad colectiva, la cual es responsable de que existan múltiples organizaciones, como el Banco Mundial o el FMI, que no se responsabilizan de sus fracasos y siguen realizando acciones atractivas para la opinión pública de los países ricos, en vez de apostar por objetivos más reales y necesarios.

Y ya por último, pone de relieve la influencia de la anterior época imperial en la nueva “carga del hombre blanco”. Casi todos los países colonizados se vieron lastrados por agravios étnicos y nacionalistas a causa de fronteras precarias, las cuales estaban trazadas por la recta mano de los cartógrafos colonizadores sobre el mapa. 


Actualmente, a los antiguos pueblos con mayor porcentaje de etnias y culturas divididas les va peor en cuanto a democracia y corrupción. Sin embargo, existen ejemplos de Estados que lograron escapar de la influencia occidental y han conseguido un gran crecimiento económico, como el fenómeno de los “Tigres asiáticos”, debido a esfuerzos autosuficientes de índole local y exploratoria.

Crecimiento del PIB de los Tigres asiáticos
 
En conjunto, William Easterly expone en su obra los inconvenientes del actual sistema de la ayuda internacional y afirma que sigue habiendo esperanza para corregirlo. Pues bien, lo primero que se debe hacer es emprender intervenciones puntuales llevadas a cabo por emprendedores locales, estas podrían servir de ejemplo a los grandes organismos, y además, se debe apelar a la acción de las nuevas generaciones.
 
¿Es posible un sistema donde la filantropía, el amor por el género humano, y la ayuda internacional cooperen? ¿Cómo se unifican los intereses de donantes y receptores? Las respuestas a estas cuestiones podrán proporcionar un traspaso del poder a los buscadores, quienes ayudarán a los locales y les guiarán, con la mayor de las suertes, a erradicar la pobreza por sí mismos.


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